“Porque, qué duda cabe de que el Perú es un país minero y nunca ha sido mejor momento para serlo que este”, escribe Jaime de Althaus.
El inicio de Tía María a finales de año o a comienzos del siguiente tiene un poder simbólico. Ese proyecto focalizó como ningún otro la resistencia ideológica y hasta armada a la inversión minera y a la inversión capitalista en última instancia. Que se ejecute representa el triunfo de la razón y, por lo tanto, de la posibilidad del desarrollo nacional.
Porque, qué duda cabe de que el Perú es un país minero y nunca ha sido mejor momento para serlo que este. Resulta que el cobre es el metal clave de la transición energética a fuentes no fósiles. Es decir, a una economía verde. Y la demanda será mucho mayor que la oferta, de modo que tendremos un superciclo de precios altos que puede durar décadas.
El inicio de Tía María, bastión del oscurantismo antiminero, abre el camino precisamente para que el Perú pueda aprovechar el superciclo del cobre para salir del subdesarrollo y eliminar la pobreza, porque significa que la minería nacional es viable y que los mitos opositores se caen. Abre la válvula a muchas otras inversiones mineras contenidas y a la inversión privada en general. Por eso, el Gobierno tiene que formar un grupo de tarea para que el anuncio se concrete, y anunciar ya la construcción de la represa de Yanapuquio en el valle del Tambo.
Pero, además, necesitamos que el Congreso apruebe la reforma constitucional que impide postular a sentenciados por delitos graves para que el impacto en la confianza y la recuperación de la inversión privada sea total. Si se da, ya podríamos estar creciendo por encima del 5% o 6% desde el próximo año.
Pero, así como el superciclo nos abre la gran oportunidad histórica, esos mismos precios altos –también del oro– potencian la expansión de la criminalidad organizada en la minería, con el riesgo de que la minería artesanal primero y la propia gran y mediana minería luego –como en Pataz– pasen a ser capturadas y controladas por organizaciones criminales incluso transnacionales.
Pero en ese terreno también hemos tenido una buena noticia: por fin la policía encontró el hilo de la madeja en Pataz y luego de un trabajo de investigación e infiltración de un año y tres meses desarticuló una organización criminal importante y detuvo a 14 cabecillas e integrantes con gran cantidad de armamento y dinero. Ese es el camino. La policía sabe investigar. Debe ponerse más recursos en ello porque aún quedarían 12 bandas más en la zona.
Pero al lado de la represión tiene que haber incorporación, palo y zanahoria. Tan o más importante es un plan serio y realista de formalización de 400 mil mineros informales, para atraerlos a la economía legal y aislar a la minería ilegal. Esto tendría un impacto enorme en la integración nacional y en la consolidación del Estado legal, del Estado de derecho.
A eso colaboran las propias empresas mineras cuando se convierten en gestoras del desarrollo de sus áreas de influencia. Minería de excelencia que nos llevará a tener orgullo minero, que nos falta.
Por Jaime de Althaus | El Comercio